Si estás leyendo este texto alguna vez fuiste niño. Alcanzará con cerrar
los ojos para volver a re-encontrarlo bajo la cobertura de adulto que nunca
termina de ser. ¿Acaso “la adultez” no es una forma especializada de juego?
Con los años
vamos adquiriendo la habilidad para ocultar e ignorar lo doloroso en la
infancia que sin conciencia repetimos diariamente como una marca de fuego en los
vínculos con los otros y la vida. Luego los pedagogos e ingenieros sociales
redoblan esa apuesta afirmando que los afectos y la historia cuentan poco para
la educación, que lo que pensamos y hacemos es cuestión de distintas operaciones
que el cerebro puede realizar amputándonos la posibilidad de una mirada
épica y poética de la niñez, del amor, de la vida
que en definitiva es lo que permite aprender a hacer con la existencia… Como
decía Marechal “El hombre que construye a Robot, necesita primero ser un robot él
mismo, vale decir podarse y desvestirse de todo su misterio primordial”
Quizás para seguir evitando la conexión con lo más
autentico de la infancia se hace tentador pensar la niñez a partir de
un conjunto
de objetivos educativos que descarta el
carozo del ser, reduciendo la vida a un conjunto de operaciones lógicas –
computacionales… nadie que se encuentre en una honesta relación con su
infancia (o que al ser padre arrope un hijo entre sus brazos) puede adherir a
un cognitivismo
victoriano que amputa lo que nos constituye… porque
estamos hechos de palabras y silencios, de amor y sufrimiento proponen como
antídoto a la vida (y a la muerte provocada por el enriquecimiento de muy pocos
a costa de la explotación y abandono de muchos otros) teorías que miran la
infancia desde una perspectiva que pone entre paréntesis el amor y el dolor, la
vida y la muerte, el abandono y la esperanza, la violencia y la caricia… trampa
perfecta para pensar en un niño-computadora con su cerebro habitado por la
posibilidad de realización de determinadas operaciones cognitivas que se siguen
unas a otros de acuerdo al momento del
crecimiento que se encuentre (la verdad de Perogrullo es que sobre el
crecimiento no tenemos ninguna influencia excepto en propiciar las condiciones
necesarias para el desarrollo biológico) y que tiene las mismas posibilidades
sin importar su situación económica y social…
¡Hay que alejarse
del barro con el cual cada uno está construido y quitar la responsabilidad
a los Estados, a quienes “educaron” y a las decisiones que hemos tomado siendo
niños y que dejaron su marca!
Ese cognitivismo
victoriano que proponen está formado por distintos elementos… (1) creo
que el primero de ellos es la cobardía, en tanto se evita el contacto con
aquello que ha determinado nuestras propias vidas, y como educadores, de aquello
que puede ser determinante en la vida de otros. (2) Es engañoso porque desresponsabiliza
a la propia familia confundiéndose con una especie de gesto de amor y piedad de
todo aquello que no pudieron ser o hacer para nosotros; pero se transforma en
lo contrario cuando se comprueba la impotencia que este sistema educativo
genera, lo que lleva a culpabilizar a los padres de los niños… la crueldad
muchas veces se relaciona con aquello de lo que nada queremos saber sobre
nuestra propia historia (3) Nos permite ignorar que somos lo que somos por las
circunstancias políticas y económicas más nuestras decisiones posibles, y a su
vez ignorar el papel de las circunstancias políticas y económicas de los niños más
vulnerables que concurren al grupo scout… si es que concurren.
No hay
“mentoreo” liberal que funcione para quienes viven en la exclusión, porque ellos
muestran una cara de la verdad insoportable para quien se acerca con las
mejores intenciones. Será la posibilidad de encontrarse con un grupo donde ser
par con otros, y con un dirigente que le permita descubrir cómo valerse de cada
una de las marcas de su historia. No hay que equivocarse… la brisa de deseo es
la que permite orientar la vela para construir un proyecto y un sentido… Baden
Powell de alguna manera lo sabía en tanto construyó el escultismo apuntando a
una niñez desamparada por la miseria o la abundancia.
Los niños,
especialmente los mas desamparados, no resisten un abandono mas por parte de
los adultos que se olvidan del barro con que están hechos para ocuparse de ser
agentes del mercado laboral que tienen por función hacer todo lo posible para
adaptarlos a un mundo injusto, donde no cuentan y por ello deben aceptar
cualquier tipo de condiciones que pongan los poderosos.
¿Pensaron
por qué las Organizaciones que según su objeto están en función de los niños y
jóvenes ya no producen libros para los niños y jóvenes sino se ocupan de editar
enormes cantidades de módulos de formación para los adultos? ¿Piensan que la
política de escultismo parlamentario no es el mejor ejemplo de darwinismo
social donde la representación de los “jóvenes” es llevada adelante por chicos
y chicas de clase media y buena educación, planteando como “consenso” lo votado
que gran parte es resultado de la
retórica de quienes “mejor hablan” teniendo más posibilidad de argumentar, eliminando
lo que ha sido opinión de los que quizás cuentan con menos recursos simbólicos
y viven una realidad mas cruda? Al cognitivismo victoriano poco le
importa la realidad de los niños en riesgo, quizás porque no apunta a ellos
sino a que a que los adultos armen y amen su propio ego-discurso
constituyéndose en instrumento de repetición ideológica que busca de todas
formas que se ignoren los determinantes de los que pasa en lo social… eso no es
sin consecuencias porque se puede elegir ser parte del problema o de lo que
apunta a la solución.
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