¿Cómo
hacer para que los ideales que propone el movimiento scout se conviertan en un
deseo y orientación de vida para los niños y jóvenes que participan del
escultismo? ¿somos capaces de provocar el funcionamiento del sistema de
patrullas de una buena manera?
Si
la función de la educación es transmitir un legado simbólico y un deseo
que
no sea anónimo, que se asiente en lo más propio de cada uno de los
niños y jóvenes, podríamos concluir inicialmente que además de la falta de
acuerdo en las organizaciones sobre estos temas, pareciera que en esta época se
anda a tientas en tanto los cambios en la subjetividad inciden directamente
sobe la función educativa.
Se
insiste con la continua novedad afirmando que niños y jóvenes adelantan a los
adultos pero ¿cuándo no ocurrió eso? Es cuestión de remitirse a la bibliografía
universal de las diferentes épocas (desde Grecia antigua en adelante) para
darse cuenta que es una constante que va asumiendo distintas formas de acuerdo
al momento histórico del que se trate. En el siglo XX desde su comienzo este
“problema” era común en tanto quien habría crecido andando en un carro tirado a
caballo en la adultez tenía la posibilidad de andar en auto, o quienes el
tiempo del dormir y despertar era marcado por el sol y la noche de golpe
cambiaron todas su rutina a partid del tendido eléctrico. En nuestra época los
cambios se caracterizan por el boom tecnológico – comunicacional y el modo de
producción de subjetividad neoliberal hiperhedonista que la atraviesa, ya no
solo occidente sino en parte del mundo oriental, pero caemos en un error si nos
perdemos en la idea de la novedad… no hay nada nuevo en la condición humana, ni
siquiera el hedonismo actual que fue común en otras épocas. En occidente la
producción de la subjetividad neoliberal se une a sistemas políticos
“democráticos”, pero dicha forma del manejo de la Cosa Pública ya no es
esencial, muestra de ello es cómo a partir de las dictaduras militares en
América Latina se impulsaron dichos cambios, lo novedoso en la contemporaneidad
quizás sea que las personas voten a favor de los proyectos neoliberales bajo la
influencia directa de la industria de las comunicaciones que ha desplazado a la
de las armas, lo que objetiva que las batallas actuales se libran en lugares
que antes no eran comunes, la propaganda y la formación de la opinión pública.
Si quitamos el aparataje tecnológico que muchas veces imposibilita el análisis
de la condición humana descubriremos que cambian los ropajes pero los dilemas siguen siendo los mismos.
Dos mitos orientadores. Narciso y Telémaco
Podríamos
caracterizar el cambio de época en dos mitos griegos convenientes para pensar
¿qué ocurre cuando ya no hay una autoridad ordenadora de la cual es posible
rebelarse? Si la vuelta a ella demuestra su imposibilidad en tanto la función
de la familia y el Estado ya no son lo que eran
¿qué posibles respuestas sociales e institucionales encontramos como
solución y cuáles son sus consecuencias. Existe verdad en los mitos en tanto señalan
encrucijadas universales, en especial de la adolescencia.
Encontramos dos versiones del mito de Narciso. En una de ellas un joven se enamora de él, en
la otra es una joven ¿por qué nombrar las dos versiones? Simplemente para que se vea
claramente que el tema de las distintas sexualidades no es exclusividad de
nuestra época. Vayamos a la versión más conocida. La ninfa Eco estaba enamorada
de Narciso, un joven vanidoso e insensible que la rechazó. Un día él se acercó
a un arroyo y al observarse quedó enamorado de su propia imagen, se acercó para
besarse y cayó muriendo sobre el filo de su propia espada. Telémaco era hijo de Odiseo, quien
había marchado a la guerra de Troya cuando su hijo tenía 5 años, para volver 20 años después. Pasó parte de su vida buscando
información sobre su padre y espantando a los pretendientes de la madre. Luego
de largos viajes vuelve a su casa y encuentra a su padre como mendigo, por eso
no puede reconocerlo en un primer momento. Una vez juntos Odiseo decide ir a
ver a su padre Laertes junto a su hijo Odiseo.
Narciso en el escultismo
Cuando
hablamos de Hedonismo hacemos referencia a una ética que toma como parámetro de
lo bueno al placer inmediato, con especial particularidad aquel que es
producido a través de distintos elementos sensoriales. Otro tipo de placer sería
producto de la articulación del deseo con el Ideal careciendo de inmediatez, asemejándose
a un boomerang que es lanzado y durante el recorrido da la vuelta por el Otro
(y los otros) para llegar al acto o acción concreta y volver al sujeto que
la lanza produciendo goce a lo largo del recorrido.
El
placer hedonista es un cortocircuito donde no se pasa por el Otro (y los otros)
a no ser bajo la lógica de un discurso blablablá que anula o posterga el acto
(o la acción concreta que pone a prueba el narcisismo, necesario para constituir una
autoestima realista) Este es un punto de dificultad que se encarna en la
sociedad neoliberal donde con el poder de la imaginación todo es posible, impactando directamente en la afectividad en tanto el sujeto se deprime cuando en su encuentro con la realidad se da cuenta que no está a la altura de lo que se imaginaba y de lo que era sostenido por el discurso.
Todo
comienza y termina en el propio cuerpo sin necesidad de Otro que actúe como
operador de la construcción de la regulaciones, o de los otros que serán
considerandos “ayudantes” del propio capricho negando de hecho su valor
singular aunque elabore grandes discursos sobre la diversidad. La vanidad de Narciso
es la condena a su soledad que no puede ser común a otros, el enamoramiento de
su propia “selfie” en el arroyo y la pérdida del amor de Eco por no poder salir
de sí mismo marca el destino mortífero de ahogarse en su propia imagen muriendo
por la punta de su propia espada. Narciso en nuestro tiempo amaría Twitter porque
solo admite seguidores; lo mismo sucedería con Instagram porque el mundo entero
está destinado al espectáculo de su Yo, con la ilusión de capturar al otro por
medio de la pose fotográfica la que difícilmente filtre su vacío y soledad… El mundo se convierte en espectador se un
reality montado tanto para el engaño o el autoengaño, ocultando la
imposibilidad de amar porque ello solo es posible con otros-distintos-de-mí.
Cuando en educación se entrona la posición
narcisista entramos en el reino de Su Majestad el Niño sosteniéndose el
dirigente en teorías que parten de la suposición de que la infancia es sin
traumas, que naturalmente podrán arreglárselas para aprender y jugar sin
conflicto porque entre ellos no habría mezquindades, cuestiones de poder,
relaciones de sometimiento-sometido, cuestiones de clase y diferencias de
acceso a la cultura. Desde esta perspectiva los chicos tienen siempre la razón
y si no hay que esperar que ellos mismo descubran las técnicas y la leyes
supuestamente “naturales”. Si existen conflictos los propios chicos los
resolverán sin la intervención del dirigente como garante de la regulación de
la Ley en tanto tienen que descubrir las normas de cómo convivir (como si
estuvieran inscriptas en el cerebro y no parte de un legado cultural) esto
implica que en realidad no se resuelven en tanto se pondrán en juego las
distintas lógicas del poder simbólico que se ejerce con la palabra ya que lo
único que el dirigente tiene permitido es actuar sobre la agresión. En la
violencia simbólica los niños que tienen mayores recursos imponen su posición
bajo un falso consenso.
El
dirigente pierde su lugar y la palabra deja de articularse con el
acto convirtiéndose en un blablablá que solo alimenta el narcisismo del orador
o de un imaginario grupal desgajado de la vida... ("los scouts somos maravillosos") Florece la vanidad de quienes
nunca tomaran el riesgo del acto y sus consecuencias. En el mejor de los casos
los jóvenes se convierten en lo que Hegel denominaba “almas bellas” refugiados
en la inmediatez de su saber moral, desconectados de lo corrupto mundano sin
dejar de señalar con el dedo a quienes no son espejos de lo que ellos creen
deberían ser las cosas. Asumen como característica de época el discurso de la
apoliticidad lo que implica ausencia del acto que compromete el cuerpo en algo
que lo trasciende.
Blablablá…
“Almas
bellas” desbordadas de sí mismos, ausentes de todo acto que los instituya como
verdaderos actores sociales, sólo importa la actividad que comienza y termina
en uno mismo y que no pone a prueba la imaginería del sujeto con la realidad.
¿Qué
podemos decir de los dirigentes? Al ser generalizada la caída de la autoridad
tal como era propio de la cultura de hace unos cuarenta años, en la versión
narcisista el educador desde los discursos institucionales queda literalmente fuera
de juego, como especie de “mal necesario”, reducido a un instrumento con menos
responsabilidad que un referí necesario en cualquier juego de equipo conocido
¿o acaso en ellos falta esa función?. El
pasaje del legado de una generación a otra queda prácticamente suprimido en
tanto las culturas y tradiciones grupales son desestimadas por “lo nuevo” que
en realidad no lo es tanto. La apelación a la libertad en el mejor de los casos
se convierte en abandono de los niños a su suerte, y en el peor en la
instalación de un autoritarismo que opera como violencia simbólica en tanto la
ausencia de una regulación no incide solo en el niño sino también en el adulto,
que siempre encuentra otra maneras de ejercicio del poder de forma velada y
desregulada.
¿Solo
es posible un escultismo de corte narcisista acorde a la época? ¿la función de la educación es adaptativ o crítica?
Por
supuesto que Narciso no es el único camino. En el próximo artículo hablaremos de Telémaco, otra
posibilidad de trabajo en la época de la subjetividad neoliberal
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