domingo, diciembre 21, 2014

El hacer y el Ser en el programa educativo del escultismo (2)



Una educación imposible

            En el texto anterior afirmábamos con otras palabras la tan citada frase de BP de que el escultismo es la carnada para la educación en valores, por eso no dudábamos en afirmar que los valores secundan al saber hacer y no al revés como en los protocolos de comportamiento cargados de valores morales disfrazados de objetivos educativos; que es necesario producir una falta en el saber para que se produzca el aprendizaje y el acompañamiento del adulto en el juego scout. Si la posición de quien dirige es “protocolo en mano” la educación que ofrece el escultismo  se reduce a una adecuación de los niños y jóvenes al protocolo. Esto no es sin consecuencias ya que muchas de las conductas que se “esperan” en realidad no son esperables para el grupo etario, incluso se las denomina “objetivos desafío” porque van directamente en contra de cómo los niños y jóvenes viven sus procesos vitales.

            La teoría de la “adecuación” sostenida a partir de las malla de objetivos de Programa parte de una concepción que no tiene en cuenta la historia personal y el grupo cultural al que pertenecen los niños y jóvenes del movimiento… bajo un ideal de “pluralidad” y ante la falta de distintos formatos con los que practicar el escultismo se homogeneiza “con las mejores intenciones”. La “adecuación al protocolo” pareciera definir la intervención pedagógica, sin que el dirigente se realice preguntas básicas como ¿Qué hacemos con los fragmentos de historia que traen los niños y jóvenes?  ¿se dan indicaciones? ¿se escuchan? ¿se tienen en cuenta los valores de la comunidad a la que pertenece? Debemos tener en cuenta de que si damos lugar a la escucha de las historias familiares y singulares pero se sigue trabajando para “adecuar al protocolo” se sostiene una práctica educativa imposible[1]. Es por ello que no dudamos en sostener que lo que se aprende siempre es un conjunto de conocimientos parciales que definimos como las “artes scouts” y los conocimientos variables que surgen de los proyectos; es en ellos y no en otro lado donde se construye y aprende la propia subjetividad. La genialidad del método scout en la versión que plantear Roland Phillipps es maravillosa… uno de los muchachos se va haciendo “maestro” y toma a un “aprendiz” que luego será maestro, base de la enseñanza del dirigente y/o sinodal y a su vez de cómo se trabaja en la patrulla!... y toda la “mística” tan cuestionada por algunos “vanguardistas preclaros”, donde se canta en grupo, se ríe en grupo, se actúa, y que lamentablemente va perdiendo lugar por “cosas más importantes”, es fundamental para el modo de estar en el mundo que tiene un scout, eso lo distingue de otros y le brinda un sello particular en la construcción de la subjetividad… allí están los valores y no en un protocolo de conductas; se transmiten valores y un legado cultural particular que ES parte fundamental en el proceso educativo, porque de esta manera es como niños y jóvenes pueden historizarse dentro del movimiento scout pero no sucede de una manera secuenciada y ordenada, sino en el contexto del juego, una y otra vez… en narraciones aparentemente desarticuladas que participan de un núcleo central.

            Es en el trabajo concreto del saber hacer junto a quienes tienen dificultades de aprehenderse con relación a la Ley es donde a partir de las actividades le posibilitamos una y otra vez subjetivarse en un lugar simbólico, identificarse pero no a un protocolo previo sino a su propia construcción, le permitimos pertenecer, construir un proyecto de vida… buscamos una y otra vez despertar ese deseo de aprender y jugar, señalar ese vacío que permite la tensión necesaria para poder Ser sin protocolos… con lo que trae de su casa, con las narraciones sociales que lo habitan. Debieramos trabajar para que el escultismo  no sea un conjunto de enunciados morales gramaticales, sino un estilo de vida entendiendo por esto último aquello que  sabiamente señalaba Roland Barthes[2]… el estilo es algo que sale del cuerpo, que pulsa, lo más propio de un sujeto, aquello que impulsa su vida… en cambio los enunciados de algún manera señalan aquello que está muerto y como tal pueden sonar correctos pero aburren, no permiten jugar ni divertirse.

            A veces pienso que nuestro escultismo está mas cerca de las enunciaciones que del estilo… quizás porque el estilo da temor a los adultos, o los cuestiona en su propio ser.




[1] Leandro de Lajonquiere.” Infancia e ilusión (psico)pedagógica “ Nueva Visión. 2000
[2] Roland Barthes. “El grado cero de la escritura”. Nueva Vision

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